Robert Michels, 1876-1936
A versão demagógica e benévola, partidocrática, de ler R. Michels, vem assim sintetizada na badana desta tradução em castelhano:
Que Los partidos políticos es un clásico de la ciencia social ya ha sido demostrado varias veces. Max Weber, amigo íntimo de Michels, basó en este libro el análisis de la estructura de los partidos políticos legales. Las afirmaciones con que James Bryce, el erudito inglés en política comparada, resume las conclusiones de su estudio de los gobiernos casi parafrasean a Michels. Irving Howe habla en nombre de toda una generación de intelectuales de izquierda perturbados por los crímenes del stalinismo cuando confiesa que al leer esta obra »quedó con una sensación permanente de desasosiego». En la Polonia pos-stalinista el análisis de Michels llegó a ser una fuente primordial de ideas. Sigmund Neumann escribió:
«El estudio de la sociología de los partidos políticos ha estado enteramente dominado por la ley de hierro de las tendencias oligárquicas de los movimientos sociales, de Robert Michels».
En estas páginas, el entonces joven sociólogo alemán expuso lo que ha llegado a ser el argumento más importante contra el concepto rousseauniano de la democracia popular directa, que fundamenta gran parte de la teoría democrática y socialista tradicionales. Michels sostiene que el mal funcionamiento de la democracia no resultó de un bajo nivel de desarrollo social y económico, una educación insuficiente o el sometimiento de la opinión pública en el capitalismo. Según él, la oligarquía, el dominio de un partido, una institución cualquiera o una sociedad por quienes están en la cumbre, es parte intrínseca de la burocracia de la organización en gran escala. «Quien dice organización dice oligarquía».
¿Hay una respuesta frente a esta ley de hierro? ¿La democracia es un ideal utópico? ¿Los esfuerzos por crear sociedades socialistas libres desembocarán inevitablemente en una nueva tiranía? Los partidos políticos tiene toda la traza de un libro pesimista, pero en realidad no hace sino marcar, indispensablemente, la presencia de un mal que ha de desterrarse aunque sea con dolor para crear instituciones más nobles. Por eso conviene subrayar algo que el autor insertó al final de su trabajo: «Sólo un examen sereno y franco de los peligros oligárquicos de la democracia nos permitirá reducirlos al mínimo, aun cuando jamás puedan ser del todo eliminados».
El tono pesimista de un libro escrito entre los fogonazos de la Primera Guerra Mundial puede trocarse en el pilar de un tenaz optimismo, pues, como el propio Michels lo advertía, aunque los ideales de la democracia y el socialismo jamás puedan ser alcanzados, la lucha constante en procura de ellos es la única forma de acercárseles.
Que Los partidos políticos es un clásico de la ciencia social ya ha sido demostrado varias veces. Max Weber, amigo íntimo de Michels, basó en este libro el análisis de la estructura de los partidos políticos legales. Las afirmaciones con que James Bryce, el erudito inglés en política comparada, resume las conclusiones de su estudio de los gobiernos casi parafrasean a Michels. Irving Howe habla en nombre de toda una generación de intelectuales de izquierda perturbados por los crímenes del stalinismo cuando confiesa que al leer esta obra »quedó con una sensación permanente de desasosiego». En la Polonia pos-stalinista el análisis de Michels llegó a ser una fuente primordial de ideas. Sigmund Neumann escribió:
«El estudio de la sociología de los partidos políticos ha estado enteramente dominado por la ley de hierro de las tendencias oligárquicas de los movimientos sociales, de Robert Michels».
En estas páginas, el entonces joven sociólogo alemán expuso lo que ha llegado a ser el argumento más importante contra el concepto rousseauniano de la democracia popular directa, que fundamenta gran parte de la teoría democrática y socialista tradicionales. Michels sostiene que el mal funcionamiento de la democracia no resultó de un bajo nivel de desarrollo social y económico, una educación insuficiente o el sometimiento de la opinión pública en el capitalismo. Según él, la oligarquía, el dominio de un partido, una institución cualquiera o una sociedad por quienes están en la cumbre, es parte intrínseca de la burocracia de la organización en gran escala. «Quien dice organización dice oligarquía».
¿Hay una respuesta frente a esta ley de hierro? ¿La democracia es un ideal utópico? ¿Los esfuerzos por crear sociedades socialistas libres desembocarán inevitablemente en una nueva tiranía? Los partidos políticos tiene toda la traza de un libro pesimista, pero en realidad no hace sino marcar, indispensablemente, la presencia de un mal que ha de desterrarse aunque sea con dolor para crear instituciones más nobles. Por eso conviene subrayar algo que el autor insertó al final de su trabajo: «Sólo un examen sereno y franco de los peligros oligárquicos de la democracia nos permitirá reducirlos al mínimo, aun cuando jamás puedan ser del todo eliminados».
El tono pesimista de un libro escrito entre los fogonazos de la Primera Guerra Mundial puede trocarse en el pilar de un tenaz optimismo, pues, como el propio Michels lo advertía, aunque los ideales de la democracia y el socialismo jamás puedan ser alcanzados, la lucha constante en procura de ellos es la única forma de acercárseles.
- Les partis politiques - Essai sur les tendances oligarchiques des démocraties, 1911 - Chapitre III - Considérations finales.pdf