António Sardinha, La Unidad Hispánica (conclusión), Unión Ibero-Americana, Julio y Agosto de 1922, pp. 67-73
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....Relacionando los hechos con las causas que los determinan o concatenan, hemos de reconocer que la hegemonía de Castilla en la Peninsula terminó con la batalla de Toro. Si el partido de doña Juana hubiese vencido alli, Castilla andaria hoy unida a Portugal, incitando entonces a la conquista del imperio de las Aguas. Vencedor el partido de Isabel, en fin de cuentas quien venció fué Aragón, que arrastró a Castilla consigo para los posteriores conflictos de Italia y de Europa Central. Equivocábase, pues, el glorioso Jesuita [António Vieira] creyendo que Portugal se engrandecia con la asimilación de la monarquía española. Seguramente hubiera ocurrido a Portugal lo que ocurrió a Castilla cuando haciendo idéntica experiencia intentó nuestra fusión. Un fermento de permanente discordia no permitiría nunca a las dos nacionalidades lograr el deseado sosiego. Otra es, consiguientemente, la consecuencia a deducir de los propósitos políticos del Padre Antonio Vieira. Realmente en el Poder Naval reside la condición fundamental del prestigio de la Península. Reside, por tanto, en una forma de acto bilateral en que ninguna de las dos soberanias de que se trata sea disminuída o subordinada. A ese resultado indiscutible nos conducen las enseñanzas del pasado, mostrándonos con firmeza donde debemos ir a buscar la llave de nuestro futuro, del futuro de ambos pueblos peninsulares. La intención de Carlos V en Túnez, al apetecer el puerto de Lisboa como medio de hacer posible algún día la realización de su ensueño de señorío universal, no se definia bien. La interpretaba Felipe II, aparejando contra Isabel de Inglaterra la Armada Invencible. El poderio marítimo de la Gran Bretaña comenzaba a levantarse. Quiso Felipe sofocarlo en sus comienzos. No lo permitió el destino, no lo consintió la furia desencadenada de los elementos. Y con el tremendo desastre sumió-se en un prolongado crepúsculo la preponderancia de la Península sobre los dos mares, que Dios parece tener confiados a su guarda. Víctima de una calumnia secular, que tan solo ahora la critica histórica comienza a desvanecer, la leyenda negra en que se envuelve la personalidad de Felipe II, desvirtúa obstinadamente los fines que determinaron al Austria, siempre reflexivo y prudente, a atacar a Inglaterra dentro de su propia casa. Oigamos a este respecto un testimonio lleno de autoridad, por partir de quien nunca fué pródigo en predilecciones españolistas: «Toda la gente conoce la forma simplista como los fenómenos de la historia de Portugal, son en general entre nosotros representados y apreciados: D. Juan III pasó la vida alimentando las hogueras de la Inquisición; D. Sebastián, fanatizado por los Jesuitas, llevó al país a Alcázar-Quibir; más tarde D. Juan V vivió entre Odivelas y Mafra, y el país oscila entre la Inquisición y los Jesuitas y entre los Jesuitas y la Inquisición, hasta que el Marqués de Pombal lo libró de todo eso - escribe en sua monografía O ultramar portugués el consejero Ayres de Ornelas de Ornellas. Quien se toma hoy el trabajo de estudiar la historia patria llega, a la conclusión de que la política marroquí de D. Sebastián era no sólo la verdadera y tradicional política portuguesa, sino que representaba la reacción contra el abandono de las plazas de Africa, iniciade en el reinado anterior. Camões, uno de los más libres y esclarecidos espíritos del renacimiento, una de las más poderosas inteligencias de su tiempo, el más genuino representante de la tradición nacional, defendió. preconizó y estimuló esa politica en estrofas inmortales. Y no creemos que pueda tachársele de jesuita o inquisidor. De igual modo se juzga ligeramente el proyecto de la conquista de Inglaterra consubstanciado, por así decirlo, en la Armada Invencible, atribuyendo-lo muchas veces al fanatismo de Felipe II, que asi pretendia convertir a aquella nación, a viva fuerza, al Catolicismo. Pero, en realidad, ese proyecto representa de hecho la consecuencia natural de la política española en relación con Inglaterra, y como esa politica tendia sobre todo a mantener integro el poder naval de la Peninsula, lo que intentamos patentizar.
El consejero Ayres de Ornelas continúa: «La tradición nacional española pedia la alianza con Inglaterra, no sólo para contrarrestar aquella que desde tiempos inmemoriales se estableciera entre Escocia y Francia, sino también, y sobre todo, para evitar que los dominios flamencos de la casa de Borgoña cayesen bajo el poder de Francia. Toda la política de Carlos V y la de la casa de Austria se cifra en esto. Para percatarse de cómo este problema era vital para Inglaterra, basta notar que con Francia, señora de los mares del Norte desde la Mancha hasta Escocia, no había para ella un momento de sosiego; ...
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....Relacionando los hechos con las causas que los determinan o concatenan, hemos de reconocer que la hegemonía de Castilla en la Peninsula terminó con la batalla de Toro. Si el partido de doña Juana hubiese vencido alli, Castilla andaria hoy unida a Portugal, incitando entonces a la conquista del imperio de las Aguas. Vencedor el partido de Isabel, en fin de cuentas quien venció fué Aragón, que arrastró a Castilla consigo para los posteriores conflictos de Italia y de Europa Central. Equivocábase, pues, el glorioso Jesuita [António Vieira] creyendo que Portugal se engrandecia con la asimilación de la monarquía española. Seguramente hubiera ocurrido a Portugal lo que ocurrió a Castilla cuando haciendo idéntica experiencia intentó nuestra fusión. Un fermento de permanente discordia no permitiría nunca a las dos nacionalidades lograr el deseado sosiego. Otra es, consiguientemente, la consecuencia a deducir de los propósitos políticos del Padre Antonio Vieira. Realmente en el Poder Naval reside la condición fundamental del prestigio de la Península. Reside, por tanto, en una forma de acto bilateral en que ninguna de las dos soberanias de que se trata sea disminuída o subordinada. A ese resultado indiscutible nos conducen las enseñanzas del pasado, mostrándonos con firmeza donde debemos ir a buscar la llave de nuestro futuro, del futuro de ambos pueblos peninsulares. La intención de Carlos V en Túnez, al apetecer el puerto de Lisboa como medio de hacer posible algún día la realización de su ensueño de señorío universal, no se definia bien. La interpretaba Felipe II, aparejando contra Isabel de Inglaterra la Armada Invencible. El poderio marítimo de la Gran Bretaña comenzaba a levantarse. Quiso Felipe sofocarlo en sus comienzos. No lo permitió el destino, no lo consintió la furia desencadenada de los elementos. Y con el tremendo desastre sumió-se en un prolongado crepúsculo la preponderancia de la Península sobre los dos mares, que Dios parece tener confiados a su guarda. Víctima de una calumnia secular, que tan solo ahora la critica histórica comienza a desvanecer, la leyenda negra en que se envuelve la personalidad de Felipe II, desvirtúa obstinadamente los fines que determinaron al Austria, siempre reflexivo y prudente, a atacar a Inglaterra dentro de su propia casa. Oigamos a este respecto un testimonio lleno de autoridad, por partir de quien nunca fué pródigo en predilecciones españolistas: «Toda la gente conoce la forma simplista como los fenómenos de la historia de Portugal, son en general entre nosotros representados y apreciados: D. Juan III pasó la vida alimentando las hogueras de la Inquisición; D. Sebastián, fanatizado por los Jesuitas, llevó al país a Alcázar-Quibir; más tarde D. Juan V vivió entre Odivelas y Mafra, y el país oscila entre la Inquisición y los Jesuitas y entre los Jesuitas y la Inquisición, hasta que el Marqués de Pombal lo libró de todo eso - escribe en sua monografía O ultramar portugués el consejero Ayres de Ornelas de Ornellas. Quien se toma hoy el trabajo de estudiar la historia patria llega, a la conclusión de que la política marroquí de D. Sebastián era no sólo la verdadera y tradicional política portuguesa, sino que representaba la reacción contra el abandono de las plazas de Africa, iniciade en el reinado anterior. Camões, uno de los más libres y esclarecidos espíritos del renacimiento, una de las más poderosas inteligencias de su tiempo, el más genuino representante de la tradición nacional, defendió. preconizó y estimuló esa politica en estrofas inmortales. Y no creemos que pueda tachársele de jesuita o inquisidor. De igual modo se juzga ligeramente el proyecto de la conquista de Inglaterra consubstanciado, por así decirlo, en la Armada Invencible, atribuyendo-lo muchas veces al fanatismo de Felipe II, que asi pretendia convertir a aquella nación, a viva fuerza, al Catolicismo. Pero, en realidad, ese proyecto representa de hecho la consecuencia natural de la política española en relación con Inglaterra, y como esa politica tendia sobre todo a mantener integro el poder naval de la Peninsula, lo que intentamos patentizar.
El consejero Ayres de Ornelas continúa: «La tradición nacional española pedia la alianza con Inglaterra, no sólo para contrarrestar aquella que desde tiempos inmemoriales se estableciera entre Escocia y Francia, sino también, y sobre todo, para evitar que los dominios flamencos de la casa de Borgoña cayesen bajo el poder de Francia. Toda la política de Carlos V y la de la casa de Austria se cifra en esto. Para percatarse de cómo este problema era vital para Inglaterra, basta notar que con Francia, señora de los mares del Norte desde la Mancha hasta Escocia, no había para ella un momento de sosiego; ...
Refs.
- Padre António Vieira, Sermão de Acção de Graças.
- Ayres d'Ornellas, O Ultramar portuguez: o que foi e o que é perante o conflicto actual, Porto: Companhia Portugueza Editora, 1918.
Estudos Peninsulares de António Sardinha - Referências:
- 1915 - O Território e a Raça, Conferência realizada na Liga Naval Portuguesa, em 7 de Abril de 1915.
- 1922 - O Pan-hispanismo, Contemporânea, nº 2, Junho de 1922, pp. 49-51.
- 1922 - La Unidad Hispánica, in Unión Ibero-Americana, Julio y Agosto de 1922, pp. 67-73.
- 1924 - Madre-Hispânia
- 1924 - A Aliança Peninsular,
- 1930 - A Aliança Peninsular - Antecedentes & Possibilidades, 2ª edição, Prefácio de Gabriel Maura Gamazo, conde la Mortera, Porto, Livraria Civilização.
- 1930 - La Alianza Peninsular, Prólogo de Ramiro de Maeztu, tradução de marquês de Quintanar, conde de Santibañez del Río, Madrid, 1930;
- 1939 - La Alianza Peninsular, 2ª edição em espanhol, tradução e prólogo de marquês de Quintanar, prólogo da 1ª edição espanhola de Ramiro de Maeztu, e "Unidad y Dualismo Peninsular", estudio de José Pequito Rebelo, Segovia, El Adelantado, 1939.
- 1943 - À Lareira de Castela - Estudos Peninsulares, Lisboa.
- 1972 - A Aliança Peninsular, 3ª edição, Lisboa, Biblioteca do Pensamento Político, com nota prévia de Mário Saraiva (4ª edição, Lisboa, 1974).