Hipólito Raposo, La rebelión del instinto, Acción española (Madrid), nº 1, 15 de Dezembro de 1931, pp. 32-36 (28-36).
ludibria vitae, con una yedra serpentina, trepando por el fuste no se qué columna decapitada. Hay aquí, implícita, una resignación estoica a los combates duros de la existencia, en los cuales da divisa de Hipólito Raposo, si la tomásemos como exacto espejo de su sentir, le señalaría apenas un puesto de espectador consternado.
En 1918 se representa en el teatro de S. Luís su episodio en un acto, Ana María. (...) se bate en Monsanto como guerrillero anónimo (...) no tardo en ser expulsado de su cátedra y del lugar público que había ganado con su honrado esfuerzo. (...) la prisón de S. Juliao da Barra. Ante el tribunal militar de Santa Clara fué defendido por el poeta Alfonso Lopes Vieira (...) En mayo de 1922 partió para nuestra Africa Occidental. Aunque su estancia en Loanda fue solamente de un año, su pasaje se señalo allí por la clausura, gracias a él, de la Cova da Onça y de la Casa da Cal, en la fortaleza de S. Miguel.
Al lar santificado de las eras clásicas, que era cuna, altar y sepultura, la familia, unida por la virtude cristiana de un sacramento - centro de vida afectiva, de irradiación moral - se sustituye en realidad o en deseo, el prostíbulo legalizado, em que hombre y mujer, por concesión entusiástica de la norma positiva, se libertan de la ley natural de procrear y de criar los hijos.
El ataque a la Familia (...) convierte a la sociedad organizada, en un agregado de átomos, en un conjunto inorgánico, en el cual, desordenados movimientos de protesta, de odio, de justicia, de venganza, hacen de olas tragadoras en un océano sin fondo. (...) la génesis de esta catástrofe viene de lejos ... el liberalismo político consagró al hombre en soberano de carnaval, el liberalismo económico, hermano gemelo de aquél, convirtió el trabajo humano en mercadoria, en máquina de rendimiento.
(..) Hay progreso material, pero se siente morir la civilización